miércoles, 2 de diciembre de 2009

La vecina

Así la señora Juanita terminaba de apalear su alfombra en el tejado del edificio aportando un poco más de contaminación al aire santiaguino que, sin embargo, era despreciable comparado con el esfuerzo sobrehumano de dar sablazos con el escobillón por cinco minutos a la pobre alfombra persa bio-bio. Pensó un momento y se dio cuenta de que por mucho que golpeaba a la pobre, siempre salía un poco más de polvo de los desgastados y opacos intersticios telares.
Entonces la señora Juanita inocentemente reflexionó: por muchos palos que nos den, no nos pueden quitar lo que nos es inherente.
Y tuvo una escusa para andar feliz todo el día domingo.

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